domingo, 26 de abril de 2009

Modernismo

El Modernismo surgió en los últimos años del siglo XIX en Europa y en América. Las incipientes corrientes del pensamiento finisecular tenían la intención de renovar la situación social y política, así como las tendencias artísticas del momento, es decir, Realismo y Naturalismo. En un principio el término “modernista” tuvo carácter despectivo ya que era utilizado por aquellos que se oponían a las novedades, pero con el tiempo pasó a designar, sin ninguna connotación negativa, a los cultivadores de esta nueva tendencia. El máximo representante del Modernismo es el nicaragüense Rubén Darío.

Puede decirse que el Modernismo empieza a gestarse en los primeros años de la década de los 80 del siglo XIX. Su desarrollo llegaría hasta la Primera Guerra Mundial. En este periodo se producen acontecimientos como la crisis y el desastre del 98 para España. El año 1898 significó para España la pérdida definitiva de todas sus antiguas colonias americanas. Sin embargo, en 1898 no perdió tanto territorio (Cuba y Puerto Rico en América y Filipinas en Asia) como durante el reinado de Fernando VII de España.

Hay que destacar que la literatura en español desde finales del siglo XIX no tiene su centro de irradiación en España como ocurría en siglos anteriores. En el caso del Modernismo, además, hay que decir que es un movimiento que más bien surge en América. La entrada del Modernismo en España se produjo en 1892 con la llegada de Rubén Darío. El Modernismo en España es incomprensible sin ponderar la aportación de la literatura americana. No hay consenso en la actualidad para el debate “entre los que perciben el Modernismo como opuesto a la Generación del 98 y los que proponen un punto de vista más ancho o "epocal" de la cultura española finisecular”.[1]

El Modernismo supuso también renovación y rebeldía frente a la literatura imperante en la época. Los modernistas innovaron para encontrar otros temas y formas que estuvieran más acordes con sus inquietudes. Una gran influencia para el Modernismo fueron estas dos corrientes literarias francesas: Parnasianismo y Simbolismo. La ruptura modernista también tiene su origen en la crisis espiritual generalizada de finales del XIX, con distintas características a ambos lados del Atlántico. El Modernismo ha sido nombrado como "rebeldía de soñadores". Federico de Onís le ha definido como "la forma hispánica de la crisis universal y del espíritu que inicia hacia 1885 la disolución del siglo XIX".[2]

En Hispanoamérica, como consecuencia de los sentimientos independentistas y nacionalistas de los Estados que se habían independizado recientemente de la metrópoli o de aquellos que lo harían próximamente, surge el rechazo ante los modelos españoles. Por tanto, los modernistas americanos estuvieron más influidos por escritores europeos, especialmente por los literatos franceses, que por los españoles. Esta intención de separación de lo que había representado una opresión se vio frenada en los viajes de los escritores americanos a Europa y concretamente a España, pues encontraron en España también una serie de escritores sensibles al cambio estético y social. Los viajes supusieron una influencia mutua y un importante acercamiento.

Los modernistas españoles, en cambio, sí fueron influidos principalmente por el Modernismo hispanoamericano, aunque también lo fueron por los parnasianos y simbolistas franceses. Uno de los sucesos más importantes para la España de la época fue, como se ha dicho, el Desastre del 98.


Características [editar]

Los rasgos característicos del Modernismo se ven tanto en los temas como en el estilo. En general, desea la armonía, la plenitud y la perfección de un mundo que quieren idealizar y del cual huyen.

Temas [editar]

La belleza sensorial y la huida del mundo: los modernistas buscan un mundo más bello y expresivo en donde puedan refugiarse, quieren huir del mundo real, de lo cotidiano y de la rutina abstracta. Por tanto, tienen predilección por el mundo medieval, por el mundo clásico y el Renacimiento, por la Francia de Versailles de los siglos XVII y XVIII y por los lugares lejanos y exóticos. Son comunes los ambientes refinados e historias en las que aparecen princesas, héroes mitológicos y literarios, etc.
El mundo interior del escritor: los modernistas se alejan del Realismo, que se centra en la observación de los ambientes y los paisajes, para pasar a describir sus sentimientos personales, que muchas veces se identifican con el paisaje, que es el reflejo del estado de ánimo del autor.

Estilo [editar]

Para plasmar la belleza y su mundo interior, los modernistas escogen cuidadosamente las palabras, para producir efectos de musicalidad y color. Recursos:

  • Utilización de una gran cantidad de recursos fónicos como onomatopeyas, aliteraciones, etc.
  • Uso abundante de otras figuras literarias como metáforas, alegorías, paralelismos y sinestesias.
  • Empleo frecuente de adjetivación ornamental y de palabras exóticas, cultassugerentes que expresen sus sentimientos. y
  • Recuperación de algunos tipos de versos poco utilizados, como el alejandrino o el eneasílabo, aunque se continúan utilizando otros como el endecasílabo y el octosílabo, que ya estaban más que consagrados en la literatura española. También se da una recuperación de estrofas en desuso como la cuaderna vía (que utiliza versos alejandrinos) y se crean nuevas estrofas.
  • Versificación por pies (distribución idéntica de acentos en grupos de sílabas iguales) para conseguir una acentuación del ritmo.



domingo, 19 de abril de 2009

Genrecion del 98

La Generación del 98 es el nombre con el que se ha agrupado tradicionalmente a un grupo de escritores, ensayistas y poetas españoles que se vieron profundamente afectados por la crisis moral, política y social acarreada en España por la derrota militar en la Guerra Hispano-Estadounidense y la consiguiente pérdida de Puerto Rico, Cuba y las Filipinas en 1898. Todos los autores y grandes poetas englobados en esta generación nacen entre 1864 y 1876.

Se inspiraron en la corriente de crítica del canovismo denominada regeneracionismo y ofrecieron una visión artística en conjunto en La generación del 98. Clásicos y modernos.

Estos autores comenzaron a escribir en una vena juvenil hipercrítica e izquierdista que más tarde se orientará a una concepción tradicional de lo viejo y lo nuevo. Pronto, sin embargo, siguió la polémica: Pío Baroja y Ramiro de Maeztu negaron la existencia de tal generación, y más tarde Pedro Salinas la afirmó, tras minucioso análisis, en sus cursos universitarios y en un breve artículo aparecido en Revista de Occidente (diciembre de 1935), siguiendo el concepto de "generación literaria" definido por Peterson; este artículo apareció luego en su Literatura española. Siglo XX, 1949.

José Ortega y Gasset distinguió dos generaciones en torno a las fechas de 1857 y 1872, una integrada por Ganivet y Unamuno y otra por los miembros más jóvenes. Su discípulo Julián Marías, utilizando el concepto de "generación histórica", y la fecha central de 1871, estableció que pertenecen a ella Miguel de Unamuno, Ángel Ganivet, Valle-Inclán, Jacinto Benavente, Carlos Arniches, Vicente Blasco Ibáñez, Gabriel y Galán, Manuel Gómez Moreno, Miguel Asín Palacios, Serafín Álvarez Quintero, Pío Baroja, Azorín, Joaquín Álvarez Quintero, Ramiro de Maeztu, Manuel Machado, Antonio Machado y Francisco Villaespesa.

La crítica al concepto de generación fue realizada inicialmente por Juan Ramón Jiménez en un curso dictado en los años 50 en la Universidad de Puerto Rico (Río Piedras), y luego por un importante grupo de críticos que va desde Federico de Onís, Ricardo Gullón, Allen W. Phillips, Yvan Shulman, y termina con las últimas aportaciones de José Carlos Mainer y Germán Gullón, entre otros. Todos ellos han puesto en duda la oposición del concepto de generación del 98 y de Modernismo.


Los autores de la generación mantuvieron, al menos al principio, una estrecha amistad y se opusieron a la España de la Restauración; Pedro Salinas ha analizado hasta qué punto pueden considerarse verdaderamente una generación historiográficamente hablando. Lo indiscutible es que comparten una serie de puntos en común:

Friedrich Nietzsche. Fotografía de Gustav Schultze. Nietzsche fue una influencia importante para muchos escritores del 98.
  • 1. Distinguieron entre una España real miserable y otra España oficial falsa y aparente. Su preocupación por la identidad de lo español está en el origen del llamado debate sobre el Ser de España, que continuó en las siguientes generaciones.
  • 2. Sienten un gran interés y amor por la Castilla miserable de los pueblos abandonados y polvorientos; revalorizan su paisaje y sus tradiciones, su lenguaje castizo y espontáneo. Recorren las dos mesetas escribiendo libros de viajes y resucitan y estudian los mitos literarios españoles y el Romancero.
  • 3. Rompen y renuevan los moldes clásicos de los géneros literarios, creando nuevas formas en todos ellos. En la narrativa, la nivola unamuniana, la novela impresionista y lírica de Azorín, que experimenta con el espacio y el tiempo y hace vivir al mismo personaje en varias épocas; la novela abierta y disgregada de Baroja, influida por el folletín, o la novela casi teatral de Valle-Inclán. En el teatro, el esperpento y el expresionismo de Valle-Inclán o los dramas filosóficos de Unamuno.
  • 4. Rechazan la estética del Realismo y su estilo de frase amplia, de elaboración retórica y de carácter menudo y detallista, prefiriendo un lenguaje más cercano a la lengua de la calle, de sintaxis más corta y carácter impresionista; recuperaron las palabras tradicionales y castizas campesinas.
  • 5. Intentaron aclimatar en España las corrientes filosóficas del Irracionalismo europeo, en particular de Friedrich Nietzsche (Azorín, Maeztu, Baroja, Unamuno), Arthur Schopenhauer (especialmente en Baroja), Sören Kierkegaard (en Unamuno) y Henri Bergson (Antonio Machado).
  • 6. El pesimismo es la actitud más corriente entre ellos y la actitud crítica y descontentadiza les hace simpatizar con románticos como Mariano José de Larra, al que dedicaron un homenaje.
  • 7. Ideológicamente comparten las tesis del Regeneracionismo, en particular de Joaquín Costa.

Por un lado, los intelectuales más modernos, secundados a veces por los propios autores criticados, sostenían que la generación del 98 se caracterizó por un aumento del egotismo, por un precoz y morboso sentimiento de frustración, por la exageración neorromántica de lo individual y por su imitación servil de las modas europeas del momento.

Por otra parte, para los escritores de la izquierda revolucionaria de los años treinta, la interpretación negativa de la rebeldía noventayochesca se une a una fundamentación ideológica: el espíritu finisecular de protesta responde al sarampión juvenil de un sector de la pequeña burguesía intelectual, condenado a refluir en una actitud espiritualista y equívoca, nacionalista y antiprogresiva. Ramón J. Sender mantenía todavía en 1971 la misma tesis (aunque con supuestos diferentes).

Los problemas a la hora de definir a la generación del 98 siempre han sido (y son) numerosos ya que no se puede abarcar la totalidad de experiencias artísticas de una extensa trayectoria temporal. La realidad del momento era muy compleja y no permite entender la generación basándose en la vivencia común de unos mismos hechos históricos (ingrediente básico de un hecho generacional). Esto se debe a un triple motivo:

  1. La crisis política de finales del siglo XIX afectó a bastantes más escritores que los englobados en la generación del 98.
  2. No se puede restringir la experiencia histórica de los autores nacidos entre 1864 y 1875 (fechas de nacimiento de Unamuno y Machado) al resentimiento nacionalista producido por la pérdida de las colonias. Se afianzaba además por aquellos años en España una comunidad social y económica casi moderna.
  3. El auge del republicanismo y la pugna anticlerical (1900-1910), así como importantes huelgas, sindicalismo, movilizaciones obreras o atentados anarquistas.

Sin embargo cabe preguntarse, ¿cómo es que la generación del 98 no tomó nombre del Modernismo, ya que surgen paralelamente y persiguen metas parecidas?

Contexto histórico [editar]

Los años comprendidos entre 1875 y 1898 son de hastío creativo debido al proyecto de la Restauración de Cánovas. Cuando España pierde en 1898 las colonias la sociedad vuelve a poner el dedo en la llaga de la Revolución de la Gloriosa.

El grupo de comentaristas intelectuales del desastre del 98 gravitaban alrededor de los 5 años de edad y sus perspectivas profesionales habían alcanzado su cima (o estaban haciéndolo). Los más viejos se acercan a la edad de Galdós y los más jóvenes a la de Unamuno. Esto significa, en contraste con la generación del 98, que se habían formado espiritualmente en los tiempos de la Revolución de Septiembre.

Lo importante de considerarlos en conjunto es el hecho de que han vivido dos épocas emocional e intelectualmente distintas.

  1. La revolucionaria: efervescencia ideológica, afán de reforma y confianza en la virtud correctora de los programas políticos.
  2. La restauradora: atonía de los espíritus, el apocamiento con que se abordan ineludibles problemas, la sospecha que inspira toda idea de cambio y la creciente desconfianza en la política vigente.

Se trata pues de hombres doblemente engañados ya que vieron fracasar dos estructuras políticas de cariz contradictorio (Revolución y Restauración). De estos dos experimentos políticos los intelectuales del 98 sacaron una misma conclusión: la urgencia de buscar en zonas de pensamiento y actividad ajenas a la política los medios de rescatar a España de su progresiva catalepsia [muerte aparente].

La primera repulsa intelectual tuvo lugar en los albores de la Restauración. En 1876 Francisco Giner de los Ríos funda la Institución Libre de Enseñanza. Su tarea constituye el repudio indirecto de la enseñanza oficial, probadamente ineficaz e insuficiente en aquélla época, y sujeta a la agobiante tutela de los intereses políticos y religiosos.

Se planteó entonces el problema de la personalidad histórica de España (así como lo hiciesen en Francia poco antes tras la derrota de Sedán). Unamuno estudió el casticismo, Ricardo Macías Picavea la pérdida de la personalidad, Rafael Altamira la psicología del pueblo español, Joaquín Costa la personalidad histórica de España…

Análogos europeos [editar]

Los autores noventayochescos tienen evidentes paralelos europeos:

  • El quietismo de Unamuno remite a los problemas vividos por André Gide.
  • El teatro galaico de Valle-Inclán parece resonar en el teatro irlandés de los años 20.
  • Azorín reúne la sensibilidad reaccionaria para el pasado cultural (típica de Italia) y teatral.

El periodismo en tanto práctica literaria habitual y la condición intelectual en tanto talante personal desarrollan una nueva modalidad ensayística, ajustada a una temática en la que la evocación o lo confesional enmarcan temas de reflexión muy característicos.

La crisis de la novela o del teatro son vividas con peculiar intensidad en la nivola unamuniana, el desmoronamiento del relato en Azorín o por la peculiar teoría narrativa de Baroja.